En su túnel bajo tierra reposa a sabiendas que la noche y el día son lo mismo dentro del agujero, y no habrá incómodo rayo solar ni espantosa alarma de reloj que lo sonsaque de su pose mortuoria. Su sueño es más parecido a la muerte que en aquellas reflexiones de Homero, puesto que el Topo yace del todo bajo la tierra: latente, húmedo, con las hambrientas larvas por vecinas.
El Topo despierta y observa: negro arriba, negro abajo. Negro al frente y, como una luz en la punta de la nariz, los palpos de su hocico le señalan la suculenta presencia de orugas y hormigas. Tras un desperezamiento confinado excava hacia lo delicioso: no sigue alguna coordenada cartesiana, sino que se deja llevar hacia aquello tan seductor.
Su cuerpo de torpedo gira dentro del túnel y ahora está volcado: digiere en santa soledad sus insectos y sus pensamientos: ¿qué pasaría si va hacia el terreno de zanahorias? ¿desea zanahorias? ¿qué tal unas patatas? Definitivamente desea patatas y un auto deportivo también. Reflexiona. No, un auto deportivo demandaría horas de paseos y él prefiere yacer volcado y en silencio.
[¡Ahhh!] El profundo suspiro del Topo llena sus pulmones de aire existencial. Se pone filosófico: decide excavar hacia lo profundo, hacia más abajo para alcanzar el estado de supertopo. Pero esta Tierra esférica lo traiciona: no importa cuán profundo cave, siempre regresa a la superficie. Un día sin más ni más [¡top!] asoma la cabeza en la huerta.
El topo sabía que eso sucedería: la tierra se sentía floja, el aire era demasiado fácil de respirar. En la superficie se supone que la vida sea fácil porque ofrece una variedad abigarrada de cosas y bastaría estirar la mano para obtener, pero los ojos atrofiados del Topo ya no disfrutan esas formas. Las mazorcas no le gustan, los perros muerden fuerte, el sol reseca su pelaje.
Pasan los días en los túneles y ambos ─topo y día─ llenos de sombra, eso gusta al Topo. Se sumerge nuevamente bajo la Tierra traicionera y sueña con encontrar el camino que definitivamente lo lleve hasta los estratos más arcaicos, esos donde el Topo deja de ser Topo para convertirse en una suerte de semi-dios, parte de la Tierra: Topo magmático, Topo metamórfico.
Pero la Tierra, por más profundo que excave, siempre lo lleva a la superficie. Quizá lo desea inconcientemente, quizá sí disfruta salir por las noches y tumbarse tímidamente en la boca del más reciente agujero, para mirar la Luna y soñar que se puede excavar esa negrura entre su hocico y el disco brillante. Fantasea: si un conejo pudo llegar hasta allá ¿porqué no puede un Topo?
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