La psique del domingo

Ayer, domingo, tuve que dejar la poderosa junto a un pinche terreno. Ya ves que ha llovido un chingo y eso hace que las yerbas se den a lo bestia, como si lloviera perico: las yerbas andan al tiro, o, ándale, como lo de los frijoles mágicos, pero con plantas culeras. Pinches matas hasta la madre de espinas o tantito las tocas y ya valiste madre porque te sacan unas ronchas perras.

Pues dejé la ranfla ahí, y cargué todo el puesto hasta la mitad del tianguis porque ahí me dio lugar el Orlando. Pinche Orlando, a donde quiera que vaya llega bien tarde el cabrón, pero como es patrón pues ni pedo: te chingas, y cuando llegue le sonríes y mueves la colita como si te diera gusto verlo. No, no para culiar, pendejo, mover la cola como perro, más o menos como tu jefa cuando me ve llegar. Pues ya wey, bajale de güevos, te estoy pasando el chisme chingón y sales con tus pendejadas, tu chitón.

‘Tons me tocó junto un vato que vendía vapers, quesque están prohibidos pero ya ves que el tianguis es el tianguis: sí vendemos mota junto al epazote, y mamadas en los baños del autolavado, ¿por qué ese vato no iba a vender sus vapers? Pinche gobierno mamón. Ahí estaba el Vapers en chinga con su puesto, al principio andaba chingón: luego luego me pidió que si levantaba mi sombrilla para que él abriera su carpa, y ya ves que no soy mamón. Uno se aliviana porque nunca sabes cuando te van a torcer con un billete de quinientos, y todo para pagar 20 pinches pesos; así es la gente, le vale verga, pero la banda tira paro si caes chido, pero si uno se pone mamón, te mandan a la verga con todo y tu billetote.

Pues el Vapers acomodó su carpa, y dizque le ayudaba una morra. Medio gorda la ruca pero gordibuena, de esas que la grasa se les queda en las chichotas, chingona. Nalgona también, pero desparramada, el brazo de lavandera tira muelas, de esas que si les dices algo que no le vibra, que ay mi vida, que si ladra, que si muerde, y ¡madres!, el hocico p’al cielo. Se veía mamona la morra, tanto así que no le ayudo al Vapers en nada, bien cruzada de brazos la princesa, na’mas viendo su celular mientras el Vapers en chinga loca. En una de esas le pregunta el Vapers: ¿entonces cuando cumples dieciocho? Y “la siguiente semana”, dijo la morra que ya estaba dejando de ser morra. Sabrosa que estaba, y casi legal, lista para caer entre las garritas mugrientas de cualquiera de los rucos del tianguis. ¡Cálmate!, ni que trajeras faz joya, estamos igual de rucos miados, habías de pensar más en pañales y tu insulina, que si las morras lo tienen de rebanadita de jamón. Te dije que cerraras el hocico. ¡Pues te estoy contando bien, no mames! Bueno, ya no me desvío… le quitas lo chido al relato, uno que es artista y tú: «ne me cuentes cosas que ni al caso». Pinche puto.

Pues la morra no movió un solo dedo hasta que el Vapers puso la carpa, la mesa, sus escaleritas en donde puso sus juguitos de sabores p’al vaper; esas mamadas de vicioso fifí. La banda se la cancerea a la antigüita: con mota o fifos de a veinte varos, de pura caquita de vaca. `Ira, de una, saca el vicio, no seas puto.

Total, que ya cuando el wey terminó de montar todo, se aplastaron cada uno en su silla y ni el Vapers ni la morra hablaron ni madres, cada uno clavado en su celular. Nomás vi que el Vapers le mostró su celular a la morra y le preguntó: ¿Que te parece este? Y yo también le eché un lente pa’ ver qué se traía, y pues ¿no era una foto de un wey de esos mega mamados llenos de asteroides? Uno pensando que estaba viendo viejas y el wey se la pasaba viendo fotos de mamados. Medio ya empecé a ver que el Vapers es de esos orates por jalar, pero ni se notaba, yo lo vi bien ñango al wey. Y la morra vio la foto y dijo: sí, está chido. Y párale de contar, otra vez de vuelta a sus celulares.

Y ¿tu crees que la morra se paraba de su silla para atender a la gente? ¡Ni madres! Yo, ya sabes, un pase mañanero y sí ando pilas hasta el medio día, para poner el puesto en chinga y pastorear a la rucas: pásele güerita aquí sí le damos bara. Pura cura, wey, pero la morra y el Vapers nel: echados como si tuvieran plaza en el Seguro. Por ahí uno que otro preguntaba y con trabajos se paraba la morra a atender, que para eso se supone que estaba, yo creo, porque para poner el puesto no, o porque el Vapers se la estuviera ganando tampoco, ya ves que él clavado con sus mamados. Mejor aproveché yo para verle el chicharrón, hija de la chingada, qué chichotas tenía, como para dejárselas barnizadas.

Al rato llegó un vato, la saludó a ella de beso y al Vapers lo saludo chido, se miraba que eran carnales. Ese wey estaba igual más o menos morro, pero no tanto. Hazte de cuenta yo les echaba a los morros unos veinticinco, veintiseis, sí pues la morra decía que tenía diecisiete pero se veía más caminada, esa vieja ya sabía bien de qué mecate se jala al burro para que ande. Y se ve que la morra le jalaba chingón porque ahí nomás se agarró al morro a comerle el hocico y luego nomás dijo: ‘horita vengo, y se fue con el morro quién sabe dónde. Se tardó un chingo en regresar, pero meco, de eso que si yo me tardara así, yo mismo me mandaba a la verga.

Al ratote llega la vieja bien sonriente, con su morro y su ramote de flores. Uy, se sentía bien reina. De una se miraba que se fueron a comer y luego se fueron a comer, [fiuu] a güevo. Pues llegó como si nada al puesto, otra vez a estar echada en la silla a hacer más chichi y más brazo de tamalera. Pero ahora le tocaba al Vapers irse a la verga: te digo que el morro era brother del Vapers así que hablaron no sé que cosa y le dijeron a la morra: ‘horita venimos. Y se fueron los dos a la verga.

Tu dices, pos se fueron a ver sus cosas de vatos como cualquiera: que el juego, que el fierro pal carro, pa’ la bici, hasta te creo que vayan a ver sus mamadas de mamados, sus proteínas y su perico para jalar chido. Yo mientras, te digo, en chinga en el jale, vende y vende pero igual un ojo al gato y el otro al pussy, a güevo. Tanto así que tuve que ir a la poderosa por otra caja de cebolla, ya ves que se acaba en chinga. Y ahí voy en chinga igual.

Abrí la puerta de la poderosa, y para que no se me cerrara en el hocico la amarré a una de las matas, cuando ahí nomás que oigo un pujido. Neta, pero leve, uno de esos pujidos que te aguantas cuando estás echando pata al lado de la recámara de tus jefes para que no te agarren con el churro en la azúcar. Y yo dije: a güevo, yo me sé esa rola. Medio me hice wey porque pues cada quien su vida, no iba yo a estirar los ojos a ver quién andaba cogiendo entre las matas, me subí a la Poderosa, aparté la caja de cebolla y así a la discreta entre las tablas de la troca, vi hacia el terreno y ahí estaba el Vapers con el morro, haciendo bien chingón el chocobanana, duro. Era el morro, a ese vato le tocó doble desayuno, porque primero se dio a la morra y ahora se estaba dando al Vapers, a fondo.

Que me regreso en chinga al puesto con la cebolla, ya ves que la de chambear me la sé. Sí me hago pendejo pero no tanto, nomás lo justo para echar un fifo, una línea y a chingarle. Pero no mames, qué ganas de estar frente al puesto del Vapers para ver las jetas de todos cuando el morro y el Vapers regresaron al puesto. Claro que no hubo panchos, la morra no supo nada o se hacía wey. A lo mejor hasta sí sabía pero le valía madres, te digo que no hubo panchos ni pedos, ni gritos o siquiera malos modos. Nada. Se fue el morro y otra vez cada quien en su celular y los clientes a la verga.

No sé bien ahí quién es el cabrón o cabrona. Lo que sí es cierto es que el ganón fue el morro, porque ese puto tiene para todos y la goza. Pues chido por ellos ¿no? Pero pinches morros de ahora bien open main, que le dicen, no le dan a los postes porque no tienen agujeros, que si no…

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