I

Desde la puerta de la casa, Ofelia, Teo y Santi despiden a los papás de este último.

─Bien niños ─dice Ofelia ─¡es hora de jugar!

─¡Vamos al jardín de atrás! ─invita Teo ─allá tengo las pistolas.

─Momento, Teo: no me has presentado a tu amigo.

─Perdón: Santi, ella es mi mamá, Mamá él es Santi, mi amigo imaginario.

─¡Teo! No seas grosero ¿cómo va a ser tu amigo imaginario si está aquí con nosotros?

─Perdón, es Santi, mi amigo.

─Muy bien, mucho gusto Santi, soy Ofelia.

El pequeño invitado, extiende la mano hacia Ofelia y se saludan cordialmente.

─Ahora sí, pueden ir al patio a jugar.

Desde la cocina, Ofelia supervisa los juegos de los pequeños: entran y salen de la casa de plástico, son perseguidos por Coffee, la spaniel de orejas tan largas que se las pisa cuando corre tras los niños. Tras una persecución con pistolas de aire, Teo entra a la cocina pidiendo un vaso de agua de melón.

─Que Santi también venga a tomar agua, dile.

─No la necesita.

─¿Cómo no la va a necesitar si han estado corriendo como caballos desde hace una hora?

─No la necesita porque es imaginario.

─Teo, deja de molestar a Santi con decirle que es imaginario, le puedes provocar una angustia o algo; eso que estás haciendo es bullying y no me gusta. Dile que venga y punto.

Teo llama a Santi para que venga a tomar un poco de agua de melón, por la puerta entra el jadeante pequeño, los pelos se le pegan en la frente con el sudor que lo perla. Toma con voracidad un vaso de agua y responde con un discreto:

─Gracias.

─Te dije que sí quería agua ─advierte Ofelia a su hijo. ─Trata bien a tu invitado, ¿eh, Teo? o se acaban los permisos para invitar amigos.

─Si, mamá.

Al cabo de cuatro horas aparecen a la puerta de la casa los padres de Santi, esperan no haber causado mucho lío, que los niños se hayan divertido y que pronto puedan reunirse en una convivencia entre las dos familias completas. Se anuncia una amistad entre ambas mujeres.

En el momento de ir a dormir, Ofelia platica con Teo para asegurarse que su hijo no molesta a otros niños con las peculiaridades de su imaginación.

─Mira, a lo mejor los otros niños no se molestan mucho si les dices cosas como que son “imaginarios”, o cuando presumes los juguetes que te compramos o los lugares a los que vamos: debes ser más amable y pensar en lo que puedan sentir los otros niños y niñas cuando tu dices algo sólo para sobresalir.

─Si mamá ─contesta Teo dulcemente mientras se cubre hasta la nariz con los cobertores de la cama.

II

─Teo, ¿te gustaría que hable con la mamá de Santi para ver si quieren venir a comer un fin de semana con nosotros? Puedes invitar a más niños si lo deseas.

─Santi y yo ya no somos amigos.

─No me digas, ¿por?

─(Levantando los hombros) sabe, se juntó con Jimena y sus amigas, ya no jugamos tanto.

─¿Lo has estado molestando de nuevo?

─¡No!

─Jummm, bueno, ¿y quieres que vuelva a ser tu amigo?

─Mhh, si ─contesta Teo mirando al piso.

─Entonces invítalo junto con unos amigos a ver si una pequeña fiesta lo arregla todo.

El Sábado, la casa de Ofelia se llena con la alegre gritería de cinco niños jugando en el patio trasero. Coffee desiste de la labor de perseguirles mal: le duelen las orejas y se echa a la sombra supervisando a los pequeños en actitud de tía vieja con dolor de caballo. En la sala de la casa las familias platican sobre los asuntos obligados: la escuela, los hijos, lo cansadas que están; pero la plática se ve interrumpida por la extraña presencia del silencio: los niños no hacen ruido y Ofelia se levanta para ir a echar un ojo al patio. Santi llora.

Después de limpiarle las lágrimas y pedirle que vaya con su mamá un momento, Santi se retira. Ofelia toma de la mano a Teo y lo lleva a la cocina.

─¿Qué pasó ahí afuera, Teo?

─Nada, yo le dije a Santi que podía volar si quería y así no más se puso a llorar.

─¿Por qué le andas diciendo a Santi esas cosas? ¿Por qué no se las dices a los demás niños y sólo lo molestas a él?

─¡Él es mi mejor amigo, no hay mejor amigo que uno imaginario y por eso él es mi mejor amigo!

─Ay Teo, si es tu mejor amigo no tienes por qué decirle que es imaginario.

─¡Pero lo es!

─Teo, ¿cómo va a ser imaginario si está ahí con sus papás en la sala y yo misma le sequé las lágrimas?

─Pues no sé, es imaginario.

─Prúebalo.

La petición de prueba, que pondría en un aprieto a cualquier niño con una imaginación demasiado vívida, no molesta a Teo.

─Santi ¿puedes venir por favor? -pide el pequeño desde la cocina.

El amigo aparece por la puerta con un gesto de puchero aún en la cara.

─Mi amor, creo que Teo quiere pedirte una disculpa.

─Santi: vuela.

III

El pequeño Santiago se eleva lentamente gimoteando un poco. Cuando las puntas de sus pies dejan del todo el piso, el niño rompe a llorar abiertamente.

─¡Dios mío! -exclama Ofelia que retrocede al tiempo que Santi flota encima de la mesa del desayunador.

─Te lo dije.

─Pero ¿esto es magia o qué es?

─No, es sólo porque Santi es imaginario.

El niño llorón brilla por completo y desaparece produciendo el inofensivo [tiiing] de una campanilla.

─Dios mío, ¡Santi!

─Él está bien ya hasta se le olvidó todo lo que pasó. Santi, ¿puedes venir a la cocina por favor?

El amigo aparece por la puerta, sin pucheros ni gimoteos: felicidad completa.

Ofelia se recarga en la barra de granito de su cocina. Es tan sólida la roca. Ella golpea en la cubierta fría para asegurarse de la dureza de esta, luego toma un sartén, lo golpea con el puño y suena el esperado [clank, clank] que se espera de un sartén. Luego va hacia el pequeño Santiago y le palpa los cachetes, hunde sus dedos en el antebrazo rechoncho del pequeño.

─Jajaja, me hace cosquillas.

─Disculpa, Santi. Ve con tus papás.

─Pero ¿cómo? ─pregunta Ofelia, a lo que Teo se levanta de hombros con toda tranquilidad.

─Pero ¿cómo es que él existe? ¿y su familia? ¿y todas las cosas? ¿yo existo?

─Mamá, ¿estás aquí, no?

─Si, creo.

─Entonces lo demás no importa. Importa que tienes un crédito que pagar por la casa. Hay que ocuparse de eso y no de las grandes preguntas un sábado a las dos de la tarde con 35 años de vida en modo fácil.

─Pero, pero… ¿quién eres tu?

─Soy tu hijo, Teo.

─ ¿y porqué alguien como tú necesitaría una madre imaginaria? -pregunta en el llanto.

Teo se acerca a la madre, que resbala sobre la cocina cayendo de rodillas al piso, llorando. Le acaricia el pelo con su pequeña mano sucia de jugar en el pasto del jardín.

─Soy tu hijo, mamá, y la respuesta a esa pregunta yace en la mente de cualquier madre que se diga sensata: ¿por qué un hijo necesitaría de una madre? Dime tu y eso será.

Coffee entra en la cocina y se dirige con todo gusto hacia su plato lleno de croquetas.

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